lunes, 8 de diciembre de 2008

Una herida en la memoria - El santuario de Nuestra Señora de San Román del Valle

Vista del santuario de San Román del Valle desde "La verde"

San Román del Valle es un pequeño núcleo de población, hoy anejo al municipio de Villabrázaro, situado en una suave pendiente descendente hacia la Vega. Su antigua iglesia parroquial, dedicada al santo homónimo del pueblo, se encuentra en ruinas, reemplazada en sus funciones por una construcción moderna de nulo interés.

Según las Respuestas Generales del Catastro de la Ensenada en el siglo XVIII sus límites eran: "al Levante con raya del lugar de San Cristóbal, al Poniente y Sur con la del de Villabrázaro, y al Norte con raya del lugar de Paladinos". A mediado del siglo XIX contaba con 44 casas, escuelas de primeras letras y una ermita dedicada a Santa Bárbara, tal y como se consigna en el Diccionario de Madoz.

El paisaje de sus típicas bodegas horadadas en la arcilla ya fue glosado por el viajero inglés Richard Ford a mediados del siglo XIX: "en San Román de la Valle se excavan en las colinas de tierra blanda bodegas, cuyo contenido fue más fatal para las tropas de Moore que ningún enemigo, pero Baco ha sido siempre más temible para nuestros valientes soldados que Marte".

Al sur de la localidad, al pie de un cerro de escasa altitud se hallan, dominando todo el Valle, las ruinas del monasterio-santuario de Nuestra Señora: El Convento. El templo fue históricamente el principal centro espiritual del llamado Valle de Santa María, atravesado por el arroyo Regato o Ahogaborricos, también citado en alguna ocasión en las fuentes medievales como Merdaveldo o Merdivel.

Este no fue el único centro de culto destacado de esta pequeña cuenca fluvial. En el pueblo actual de San Adrián del Valle, dentro del Partido Judicial de la Bañeza y fronterizo con la provincia de Zamora, existió desde la Alta Edad Media un importante monasterio dedicado a los mártires Adrián y Natalia. Su primera mención se remonta al año 922, y su vida cenobítica debió mantenerse hasta mediados del siglo XII en que aparece incorporado a la catedral de Astorga. Ya desde el siglo X toda esta zona es identificada como Valle de Santa María, y algún diploma de esta misma época cita a Santa María la Antigua, lo que es indicio seguro de la existencia de un remoto santuario o monasterio dedicado a la Virgen que jerarquizaría y ordenaría política y espiritualmente todo el entorno.

La vinculación de nuestro santuario con los franciscanos se remonta a principios del siglo XV. En 1403 el papa Benedicto XIII comisionaba al abad del monasterio berciano de Carracedo para que aprobara, en su nombre, la donación que había hecho el obispo de Astorga de la iglesia de Santa María del Valle a los frailes de la Orden Tercera de San Francisco. A partir de entonces los frailes tercerones serían los celosos custodios de los edificios conventuales, mientras que la familia Pimentel, señores de la aldea, ejercía el patronato. A mediados del siglo XVIII la comunidad contaba con 22 religiosos, un sacristán, dos cocineros, un mozo de mulas y una lavandera.

La parte más antigua de su fábrica se corresponde con la cabecera del templo, que debió alzarse a partir del siglo XIV. Su presbiterio presenta planta cuadrada, con gruesos paredones construidos con mampostería, ladrillo y barro. Se accede al mismo a través de un arco toral de ancha ojiva, con molduras de bocelones cortados en ladrillo que se prolongan a los pilares en que se apoyan. Cubría este espacio una magnífica armadura morisca ochavada de unos 8 metros de lado, con pechinas de lazo ataujerado de ocho y veinte.

A este núcleo original se agregó en el siglo XVIII una amplia nave de cinco de tramos cubierta con bóveda de cañón y lunetos, hoy totalmente perdida. Hacia Poniente se construyó también en esta centuria la fachada principal, flanqueada a su izquierda por una esbelta torre coronada de chapitel y la entrada al monasterio, sin duda lo mejor conservado hoy de todo el conjunto. Esta monumental portada barroca guardaba algunas similitudes en su estructura y ornamentación con la fachada del desaparecido monasterio de San Francisco de Benavente, levantada a mediados del siglo XVIII sobre planos de Joseph González Taboada.

Sobre la cima del cerro próximo, destaca una emotiva cruz recortada sobre un bloque de pizarra: "La Verde", tal vez testimonio de un enterramiento privilegiado o un crucero más -muy modesto, eso sí- de los muchos que jalonan los lugares de culto de la comarca.



Hueco dejado por la armadura morisca

Armadura ochavada instalada en el Parador de Turismo de Benavente

Desde el siglo XV el santuario sirvió de panteón para una rama familiar de los Pimentel, señores de Benavente. La capilla funeraria fue erigida por Juan Rodríguez Pimentel, muerto en 1443 e hijo del I conde, Juan Alfonso Pimentel, y Teresa Álvarez de la Somoza. Originalmente se encontraba en el lado de la Epístola del templo, y constaba al menos de tres sarcófagos esculpidos en piedra, exponentes de la mejor escultura funeraria de finales del gótico. La identificación de los fundadores del panteón y la reconstrucción de su árbol genealógico han sido desvelados recientemente por Manuel Fernández del Hoyo.

Los sepulcros monumentales se atribuyen al maestro responsable del enterramiento de Don Diego Anaya, obispo de Salamanca y arzobispo de Sevilla, fallecido en 1437. Los tres sarcófagos fueron trasladados seguramente con las reformas del siglo XVIII, y empotrados en el muro sur de la nave de la iglesia, guarnecidos bajos sus correspondientes arcosolios.

El comienzo del ocaso de esta fundación arranca con la Desamortización de 1835, que finiquita sus propiedades, rentas y derechos, y pone fin a la vida cenobítica. Fue suprimido en marzo de 1836. En el inventario de bienes de 30 de abril de 1836 se dice que su biblioteca contaba entonces con "340 libros viejos despreciables sin forro los más".

A partir de entonces, las dependencias monásticas fueron presa fácil de la ruina y la desolación, reducidas hoy a algunos paredones al norte del santuario a punto de sucumbir definitivamente. Aún así, en la iglesia se continuaron celebrando los oficios religiosos y las romerías anuales hasta bien avanzado el siglo XX. Sin embargo, el abandono y el deterioro de los edificios monacales acabó arrastrando al templo, sin que se pusiera remedio alguno para evitarlo.

En 1963, ante la amenaza de ruina, se trasladaron las tres urnas funerarias de los miembros del linaje Pimentel al Museo de los Caminos de Astorga. A principios de los años setenta se desmontó la armadura morisca que cubría el presbiterio. La pieza fue comprada por el Ministerio de Información y Turismo al obispado de Astorga por 700.000 pesetas de las de entonces, e instalada, con alguna adaptación traumática, en el Torreón del Caracol de Benavente. Sirvió así de postrero ornato al nuevo Parador de Turismo, inaugurado el 8 de mayo de 1972.

El santuario de San Román del Valle acoge durante el segundo Domingo de Mayo la romería en honor a la Virgen del Valle, a la que acudían solemnemente con sus pendones los siete municipios zamoranos de San Román, Villabrázaro, Paladinos, La Torre, Pobladura, Maire y Fresno y los leoneses de San Adrián y Audanzas. Los devotos de estas localidades formaron desde tiempo ignoto una cofradía que algunas ocasiones se reunió también en la ermita del Santo Cristo de la Torre del Valle.

También el Concejo de Benavente participaba de estas celebraciones. En 1505 ordena la asistencia a la fiesta del monasterio de Santa María del Valle y se convoca a los pueblos para que procesionalmente asistan a la fiesta del Corpus.

El 29 de junio de 1983 se incoa el expediente para la declaración del monumento como BIC (Bien de Interés de Cultural). 25 años después, a pesar de las gestiones hechas desde diversas instancias, el expediente sigue durmiendo el "Sueño de los Justos". En cambio, para la suerte de estas vetustas ruinas el sueño ha tornado en pesadilla.

















1 comentario:

Anónimo dijo...

Me toca la fibra más sensible este artículo, pues algunas veces oí misa solemne celebrada por mi tio Eutiquiano en "El convento" cuando yo era pequeño. También lancé pedradas al techo hoy en el parador de Benavente para cazar palomas... y después he vivido año tras año como caen piedras enormes de la fábrica del convento. Hará unos 15 o más años llamé al obispo, pues suponía que podría venderlo, pero q no querría. Para mi sorpresa el citado obispo era una persona encantadora al menos por teléfono y que estaba abierto a todo con tal de mejorar y no perder ese patrimonio, pero que tenia que consultarlo con una comisión de la diócesis. Pensé inocente de mi que si nos juntabamos gente de los puebles del valle podríamos comprarlo y hacer un plan para 1o. parar el deterioro 2. mejorar. Lo comenté a diversas personas y autoridades de mi pueblo, Villabrázaro. Me evito los comentarios que me hicieron. Yo seguía con las mias. En eso aparece una asociación del mismo San Román. Piensé, estos tienen mucho más derecho que yo a mover el tema... El tiempo pasa y las piedras siguen cayendo.
Los sepulcros están en el sótano del palacio episcopal de Astorga.
¿Dónde están los altares? ¿Dónde la pila bautismal que estaba a la Izda., según se entraba?. ¿Donde la corona de plata que según malas lenguas fué cambiado por una peluca a la virgen y por "el coche de la virgen", un "127" ?
Y deshacer errores que circulas por allí: Ya no merece la pena hacer nada: No es cierto. Nada más lejos de la realidad: Dejar la "panera", nombre por el que se le conoce a la actual iglesia, para usos más adecuados. Cubrir la antigua iglesia. y prograsivamente irla acondicionando. Y solamente que quedara la torre del convento merecería la pena cualquier esfuerzo y más de uno aunque estemos lejos colaboraríamos y nos rascaríamos algo el bolsillo y juntos todos empezar cubriendo con tejado las descarnadas paredes. saneando la piedra de la torre, quitando la palomina de las podridas escaleras...
Gracias de todas formas por tu ilustración e interés.WMA